¿Qué pasaría...?
¿Qué pasaría si un día
despertamos dándonos
cuenta de que somos mayoría?
¿Qué pasaría si de pronto
una injusticia, sólo una,
es repudiada por todos,
todos los que somos, todos,
no unos, no algunos, sino todos?
¿Qué pasaría si en vez de
seguir divididos nos
multiplicamos, nos sumamos
y restamos al enemigo que
interrumpe nuestro paso?
¿Qué pasaría si nos
organizáramos y al mismo
tiempo enfrentáramos
sin armas, en silencio,
en multitudes, en millones de
miradas la cara de los
opresores, sin vivas,
sin aplausos, sin sonrisas,
sin palmadas en los hombros,
sin cánticos partidistas,
sin cánticos?
¿Qué pasaría si yo pidiese
por ti que estás tan lejos,
y tú por mí que estoy tan lejos, y ambos por
los otros que están muy
lejos y los otros por
nosotros aunque estemos lejos?
¿Qué pasaría si el grito
de un continente fuese
el grito de todos los continentes?
¿Qué pasaría si pusiésemos
el cuerpo en vez de lamentarnos?
¿Qué pasaría si rompemos
las fronteras y avanzamos
y avanzamos y avanzamos
y avanzamos?
¿Qué pasaría si quemamos
todas las banderas para
tener sólo una, la nuestra,
la de todos, o mejor
ninguna porque no
la necesitamos?
¿Qué pasaría si de pronto
dejamos de ser patriotas para
ser humanos?
No sé... me pregunto yo:
¿Qué pasaría...?
Mario Benedetti
Probablemente pasaría que nunca hubiera pasado lo que paso hace 33 años, porque la historia nos muestra que el ser humano está repleto de virtudes, pero estas mismas virtudes pueden degenerar en las peores de las miserias. Es algo sobre lo que no podemos dejar de reflexionar, resulta necesario para comprendernos mejor en nuestra diversidad y en la degeneración que puede experimentar nuestra humanidad.
Hay necesidad de justicia, no de venganza, de justicia que no es lo mismo. Justicia, para que el pasado ocupe el lugar que le corresponde y deje de estar demandante sobre el presente y trágicamente ausente en el futuro.
Entiendo que no fue una época sencilla, ninguna lo es, pero la vida era de una precariedad aterrante, el odio se potenciaba junto con la violencia que iba en aumento y la identidad se impostaba. Había que exterminar a la diferencia, la intolerancia era el escenario diario de muerte e incomprensión. Cada cual con sus perspectivas, casi siempre reducidas a solo un aspecto del todo complejo que acontecía. El ser humano se hallaba arrinconado en lo más bajo de su naturaleza. El silencio cómplice, la complicidad por omisión, la imposibilidad de acción, la omisión del amor fraterno más elemental.......
Hay que necesidad de hacer memoria, para que las verdades sean puestas en retrospectiva, para los que no vivimos ese tiempo pero si sufrimos las consecuencias, las ausencias. Yo nací en el 79, podría haber sido robada a mis padres, podría estar condenada a vivir en la ignorancia fatal de desconocer mis orígenes. Hay alguien como yo, que sufre por amor, que se preocupa por superficialidades, que ya es un adulto y sin embargo se niega y le niegan una parte de su historia, le faltan piezas en su rompecabezas existencial. Los crímenes cometidos no se agotan en una conducta tipificada por la ley y penada, tienen consecuencias en todos los aspectos de la vida y afectan innumerables bienes jurídicos algunos materiales y otros inmateriales.
Si vanalizamos la historia, corremos el peligro de convertirnos en hombres del olvido, sumergidos en la ignorancia fatal de nuestra tendencia al abismo. Es necesario, mas allá de los claros culpables, aceptar la responsabilidad que tuvimos en lo que paso, por acción o por omisión,como sociedad. Es necesario dirimir todo tipo responsabilidades:penales, políticas, sociales, cívicas, etc.
La historia nos muestra que no tenemos que subestimar el poder que cada uno tiene sobre las circunstancias. La no violencia de Ghandi enfrentándo al poder británico, unas madres armadas con dignidad y con pañales en la cabeza, fueron las únicas que alzaron la voz en el silencio cobarde reinante. Las dadoras de vida enfrentándose a los arrebatadores de vida. La desproporción de medios entre ambos, fue equilibrada por la racionalidad que sustentaban las pretensiones de justicia de las madres. Son un ejemplo de cómo enfrentar un poder sin verdad, con una verdad sin poder.
Fue una época de desprotección total, de la vulneración más eficaz sostenida por el miedo como medio, como fin. Nunca más el poder de hecho debe estar por sobre el derecho al poder, esto tiene que resultar inadmisible para el presente, para el futuro. Ninguna circunstancia amerita la suspensión del las garantías constitucionales, ninguna.
El odio es inherente a los seres humanos, parece que el odio se potencia y se multiplica rápidamente, y uno olvida que el otro es uno, que la muerte de un hijo es igual para cualquier madre, independiente de la religión, la condición social, la creencia política. Patria, derecha, izquierda, ideas, la nacionalidad, nociones abstractas por la que mueren personas concretas. Las ideas no se matan, cuánta sangre mas hay que derramar para entender que es la misma sangre, el mismo dolor, que no hay bandos, que compartimos la misma suerte, la del hombre y su prodigioso y frágil destino.
Tenemos la obligación como sociedad de no volver más a la obediencia debida, es imperante hacernos cargo de lo que nos corresponde, tenemos que fomentar la obediencia a la vida, al respeto a la vida por sobre todas las cosas.
Tenemos la obligación como sociedad de no volver más a la obediencia debida, es imperante hacernos cargo de lo que nos corresponde, tenemos que fomentar la obediencia a la vida, al respeto a la vida por sobre todas las cosas.
Me extremeció!
ResponderEliminares tan triste esta verdad,y encima no tiene es remedio...
Mientras no perdamos la memoria es posible que no vuelven a acontecer errores tan grades !
besos
=) HUMO